El acuerdo marco entre Argentina y Estados Unidos sacudió la agenda, pero puertas adentro nadie sabe todavía qué firmarán exactamente. Tanto en Buenos Aires como en Washington admiten que lo decisivo será la “letra chica”, ese documento donde se juega el verdadero impacto del entendimiento.
En la capital norteamericana, la Casa Blanca lleva la batuta. La administración Trump negocia simultáneamente con países de mucho más peso comercial que Argentina, lo que ordena prioridades y tiempos. En ese tablero, algunos sectores ven una oportunidad: productos argentinos podrían ocupar el espacio de importaciones encarecidas por los aranceles adicionales de Trump, como sucede con el agro brasileño y algunas carnes.
El modelo del acuerdo también se mira con lupa. Trump ya firmó entendimientos con Corea del Sur, Japón, Malasia y Australia, buscando esquivar el riesgo de pasar por el Congreso estadounidense. Ese antecedente alimenta especulaciones sobre qué arquitectura tendrá el pacto con Argentina y qué tan profundo será.
En Washington conviven el entusiasmo y la prudencia. Analistas apuntan a que todo dependerá del tamaño de las reformas que Argentina esté dispuesta a asumir y del margen que ambos gobiernos tengan para implementarlas sin choques políticos. Por ahora, lo concreto es que la letra decisiva sigue guardada bajo llave.