

El Premio Nobel de Economía 2025 fue para tres nombres que redefinieron la forma en que entendemos el progreso: Peter Howitt (Canadá), Phillipe Aghion (Francia) y Joel Mokyr (EE.UU.-Israel). La Academia de las Ciencias los reconoció por sus investigaciones sobre cómo la innovación impulsa el crecimiento y transforma a las economías, incluso a costa de derribar lo viejo.
Los trabajos de Aghion y Howitt se inscriben en el llamado “Paradigma schumpeteriano del crecimiento”, inspirado en el economista austríaco Joseph Schumpeter, quien acuñó el concepto de “destrucción creativa”: la idea de que cada avance tecnológico o empresarial elimina estructuras obsoletas para dar paso a nuevas formas de producción y riqueza.
En un contexto global donde el debate sobre el rol del Estado, el libre mercado y la innovación gana fuerza, el Nobel 2025 tiene una lectura que no pasa inadvertida en Argentina: su afinidad con la escuela austríaca de pensamiento económico, la misma que el presidente Javier Milei cita como una de sus principales influencias.
Phillipe Aghion, nacido en París en 1956, fue en su juventud parte del Partido Comunista Francés, aunque más tarde se alejó de esa línea. Hoy, desde el College de France y la London School of Economics, impulsa la idea de un capitalismo que se renueva constantemente a través del conocimiento y el emprendimiento.
Su compañero en la investigación, Peter Howitt, profesor de la Universidad de Brown, comparte con él décadas de trabajo conjunto en torno a cómo las economías crecen “desde adentro”, gracias al dinamismo de los innovadores y no solo a factores externos.
Por su parte, Joel Mokyr, historiador económico y profesor del Weinberg College, aportó una mirada de largo plazo al fenómeno. Su investigación conecta los avances tecnológicos del siglo XVIII con la revolución digital del siglo XXI, mostrando cómo la cultura del conocimiento y la curiosidad han sido las verdaderas fuerzas detrás del progreso económico.
Con este reconocimiento, la Academia no solo celebra una teoría: también envía un mensaje claro sobre el poder transformador de las ideas y la innovación. En tiempos de cambio acelerado, los Nobel 2025 confirman que, en economía, destruir también puede ser una forma de crear.