

Los paisajes de Península Valdés atraen a miles de viajeros cada año, pero en los últimos días la postal se vio empañada por una serie de accidentes de turistas en autos de alquiler. Vuelcos, despistes y maniobras riesgosas en los caminos de ripio encendieron la alarma en plena antesala de la temporada fuerte.
Las empresas de alquiler multiplican su flota en cada temporada para responder a la demanda de quienes prefieren recorrer los 360 mil hectáreas de la reserva por cuenta propia. Sin embargo, la práctica tiene su lado oscuro: desconocimiento de las normas de tránsito en ripio, frenadas bruscas para sacar fotos y falta de precaución frente a la fauna silvestre.
La ausencia de controles efectivos dentro de un área declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO deja en evidencia un dilema: regular el tránsito o priorizar el negocio turístico. Guías locales sostienen que estos siniestros no son aislados, sino el resultado de una tendencia cada vez más común. “El escenario cambió: muchos turistas no saben cómo manejar en estas condiciones. Los guías cumplimos un rol de conservación y de seguridad en el territorio”, remarcaron.
El desafío no es menor. Península Valdés combina la llegada masiva de visitantes con la necesidad de preservar un sitio único en el mundo, hogar de ballenas, lobos marinos y aves. Para los especialistas, el éxito no puede medirse sólo en camas ocupadas o visitantes contabilizados, sino en la capacidad de garantizar que la experiencia turística no ponga en riesgo ni a las personas ni al ecosistema.