

📍 Una historia que parecía olvidada volvió a la superficie, literalmente. Los restos de un adolescente desaparecido en 1984 fueron encontrados enterrados en una casa de Coghlan, justo al lado de una propiedad donde vivió Gustavo Cerati entre 2001 y 2003.
El joven se llamaba Diego, tenía 16 años y estaba desaparecido desde julio de 1984.
El hallazgo fue pura casualidad: obreros que trabajaban en una vieja casona en calle Congreso 3742 toparon con fragmentos óseos mientras excavaban. Fue el 20 de mayo, y desde entonces, el misterio empezó a desenredarse.
El cuerpo fue identificado gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que confirmó su identidad a través de una muestra de ADN de su madre. El padre de Diego había fallecido convencido de que su hijo había sido secuestrado por una secta.
Tenía uniforme escolar, una suela de zapato, un llavero y un reloj Casio con calculadora de 1982.
Según la autopsia, Diego murió de forma violenta, con heridas punzantes entre las costillas y marcas en el fémur, lo que sugiere un intento de desmembramiento. Tenía puesto su uniforme de la ENET N.º 36, en Belgrano, y jugaba en el club Excursionistas.
La propiedad donde lo encontraron linda con la que habitó Cerati durante dos años, un detalle que ayudó a visibilizar el caso y atrajo la atención de los medios. Allí también vivió Marina Olmi, artista plástica y hermana de Boy Olmi.
El sobrino de Diego fue quien unió las piezas del rompecabezas, sospechó que podía tratarse de su tío y pidió la prueba genética.
Ahora, la investigación está en manos del fiscal Martín López Perrando, que intentará reconstruir qué pasó hace cuatro décadas. Todo apunta a que el crimen está prescripto, pero se buscarán vínculos con la familia que habitaba la casa, en especial una mujer mayor y sus dos hijos, de apellido Graf.
Se hallaron 150 fragmentos óseos y objetos que parecen haberse congelado en el tiempo.
A 40 años de su desaparición, la verdad empezó a salir a la luz. Pero la justicia, todavía no.
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