Mundo Trump, el eterno negociador

[OPINIÓN] Trump, el eterno negociador

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En su regreso, Donald Trump cuestionó las políticas globalistas, acusando a las élites de haber debilitado la industria y la soberanía de EEUU

En su discurso inaugural, Donald Trump ha ratificado sus ideas generales, sus promesas de campaña y confirma que proseguirá ejerciendo la máxima presión antes de comenzar cualquier negociación. Para sumar adhesiones ha apelado nuevamente a la visión de los padres fundadores de la nación, hablando del “destino manifiestoel excepcionalismo y el nacionalismo norteamericano”, que ahora llegaría hasta Marte con la ayuda de Musk.

Ha afirmado que terminará con la decadencia de EEUU, y que ahora, en el “día de la liberación” comienza un “EEUU libre, soberano e independiente, que volverá a ser una nación rica”, “No nos dejaremos intimidar; no nos doblegarán y no fracasaremos” (sic). Con estas palabras Trump reconoce abiertamente que EEUU ha perdido en las últimas décadas su poder hegemónico y parte de su soberanía. ¿A quién se dirige Trump con todas estas afirmaciones? ¿Quiénes le han quitado soberanía y los han hecho más pobres? La respuesta sólo puede recaer en sectores muy poderosos, como la expansión globalizadora del sistema financiero, que, subestimando a China, cometió el error histórico, colaborando activamente a la transferencia de la industria manufacturera estadounidense al territorio de China. Por eso Trump los califica de “traidores, establishment radical y corrupto que ha extraído poder y riqueza de nuestros ciudadanos, que otorgaban financiación ilimitada a la defensa de las fronteras extranjeras, pero se negaron a defender las nuestras, ni a nuestra propia gente” (sic). Interpreta que la camarilla (Deep State) ha atendido más la expansión de los negocios en el exterior que las necesidades del pueblo norteamericano. Sugiere que el poder militar norteamericano ha sido utilizado exteriormente como “policía del mundo” para expandir los negocios del sistema financiero o del conglomerado industrial militar y no para hacer respetar los verdaderos intereses de los EEUU.

Migraciones. Es obvio que cualquier país puede disponer su política migratoria y toda persona ilegal puede ser deportada. Pero EEUU necesita muchos migrantes que hagan las tareas que los norteamericanos no quieren hacer, lo cual se enlaza con los serios problemas de desarrollo en toda Hispanoamérica que produce una enorme expulsión de población que intenta mejorar su calidad de vida; si se hubiese desarrollado no se produciría ese éxodo. En EEUU hay unos 12 millones de migrantes ilegales e indocumentados, el triple que en 2019. Antes provenían del Triángulo del Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras); hoy vienen de Venezuela, Cuba, México, Ecuador, Colombia, Perú. Para deportarlos masivamente es evidente la necesidad de acuerdos con los países de origen. Surge así la necesidad de una alta presión, declamativa, para negociar. Aunque finalmente, no serán tantos los deportados, porque los necesitan.

En cuanto a declarar a los carteles de la droga como “organizaciones terroristas”, invocando la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, para militarizar la frontera con México, la respuesta de la presidenta Sheinbaum ha sido muy correcta: que EEUU los combata dentro de sus fronteras y que México lo haga dentro de la suya, preservando así ambas soberanías nacionales.

Los temas de género. Trump incurre en el juego pendular de atacar los extremismos ideológicos anteriores, particularmente del wokismo, que hasta alentaba aberrantes cambios de sexo quirúrgicos en adolescentes, con extremismos de signo contrario. Utilizó el inadecuado argumento de la vocación patriótica y las tradiciones, indicando que solo reconocerán oficialmente la existencia de dos géneros, cuando es obvio que sólo existen dos sexos (femenino y masculino) al nacer y, desde el fondo de la historia, coexisten varios géneros u orientaciones sexuales. El temible batallón Sagrado de Tebas fue una unidad militar de élite griega, formado por homosexuales masculinos, del siglo IV AC, que contribuyó a poner fin a la dominación de Esparta. En la Ilíada de Homero se describe la relación de pareja entre los héroes Aquiles y Patroclo; luchaban juntos por encima de ir con su propia tribu y Aquiles reacciona desmesuradamente ante la muerte de Patroclo. Es hora de volver al sentido común, sacando estas temáticas fuera del ámbito de la lucha polarizante de la política, y por ser temas tan sensibles, tratarla más humanamente.

Política exterior. Dejó claro que pretende reestructurar, no solo la política exterior de EEUU, sino también el nuevo orden mundial multinodal. Proyectó una imagen de gran fortaleza mezclada con promesas de paz. “Nuestro poder detendrá todas las guerras y traerá un nuevo espíritu de unidad a un mundo que ha estado enojado, violento y totalmente impredecible”, mientras prometía construir “el ejército más fuerte que el mundo haya visto jamás”. “Mi legado será el de un pacificador y unificador”.

El problema de Ucrania “no es solo que se está quedando sin dinero, sino también sin ucranianos”; “la guerra debe terminar”, sugiriendo compromisos como congelar las líneas del frente y garantizar la neutralidad de Ucrania en la OTAN. Un cambio pragmático contrario al discurso globalista que alimentaba el complejo militar industrial.

China seguirá como el foco central porque le reconoce su estatus de superpotencia. Asia sigue creciendo a un 5% anual y China está activa en todo el continente; su poderío no es sólo económico, sino tecnológico y militar. Luego de su diálogo con Xi Jinping sobre comercio, fentanilo y TikTok, dijo: “Haremos todo lo posible para que el mundo sea más pacífico y seguro”. Se están “midiendo” entre ellos, pese a la retórica belicosa previa, para llevar adelante una estrategia mutua de contención y negociación. Es probable que todo ello derive, lamentablemente, en un mundo donde las grandes potencias se dividan ámbitos de influencia, aceptando de facto el multipolarismo. En la visión de Trump, todo es negociación, incluso el destino del orden mundial.

En Medio Oriente promete apoyo a Israel, pero no necesariamente a Netayahu, impulsando acuerdos que obligan a ambas partes a ceder. Los recientes acontecimientos muestran cierto equilibrio y lo posicionan como el arquitecto de una paz pragmática. Proceso en desarrollo.

Europa no figura o es sólo considerada casi como “mala amiga” de los EEUU. Que se arregle sola y con su propio dinero.

Sobre América Latina dijo: “Nosotros no los necesitamos. Ellos nos necesitan”. Tal vez haya razonado financieramente, pero eso no es correcto, por la competencia geopolítica con China sobre los recursos naturales. Por algo EEUU se molesta cuando los chinos incursionan con inversiones en el área. Invita a algunos líderes afines como Javier Milei, Santiago Peña; Daniel Noboa y Nayib Bukele, pero no por ideología sino por sus intereses permanentes, dentro del arte de la negociación.

México le conoce las mañas a Trump. Aprieta con aranceles para negociar migraciones; está repitiendo la historia del 2019. Igual tendrán una ardua negociación, particularmente compleja con el tema de los migrantes y las maquilas norteamericanas en el norte de México

BrasilCiertos sectores de la burguesía paulista se entusiasman con la posibilidad de una mayor autonomía para afirmar a Brasil como potencia regional, aunque los problemas económicos internos y el error histórico de Lula de apoyar innecesariamente a Kamala Harris a último momento, lo compliquen frente a eventuales negociaciones sobre aranceles proteccionistas de la nueva era.

Venezuela. EEUU podría dejar de comprarle petróleo y con ello debilitar económicamente al régimen de Maduro, lo que generaría mayores éxodos de venezolanos hacia otros países de la zona. También podría nombrar como organizaciones terroristas a varios carteles narco, como el venezolano Tren de Aragua. El programa actual de sanciones a Venezuela lo ejecuta la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros), facilitando que Chevron explote y comercialice el petróleo venezolano, asociado a PDVSA, que posee la cuenca petrolera más importante del continente. Pero Trump dijo preferir obtenerlo en su propio territorio. Veremos. Seguirán más negociaciones.

El Canal de Panamá es un punto clave y estratégico del comercio mundial y será otra de las tantas negociaciones en curso, relacionadas con las influencias de China en la región. Independiente del tono agresivo utilizado por Trump, es obvio que todo terminará en negociaciones, simultáneas a las que realicen EEUU y China. Panamá tendrá que esperar esas resoluciones.

El gobierno ideológico argentino se encuentra demasiado confiado en que sus relaciones con Elon Musk y su adhesión automática a EEUU le va a abrir las puertas a todos sus pedidos, ignorando que los intereses nacionales están siempre primero. Milei felicitó a Trump, afirmando que puede “contar con Argentina para hacer que EEUU vuelva a ser grande”, en lugar de preocuparse por el crecimiento argentino. Trump quiere exportar más gas y petróleo propio; no el argentino. Defenderá la industria siderúrgica norteamericana con aranceles. Trump quiere proteger y aumentar la industria y el empleo nacional. Acá vamos a contramano. Trump quiere algunos minerales y el litio argentinos por sus necesidades frente a China. ¿Qué negociaremos a cambio de eso: un préstamo del FMI para seguir el Carry Trade hasta las próximas elecciones? Impulsar el Convenio de Libre Comercio con EEUU sólo sirve para sabotear o destruir el Mercosur, principal mercado de nuestras pymes industriales.

Del ámbito económico habló poco; sostuvo que próximamente aumentaría los aranceles de importación, condicionado a ciertas negociaciones. Creará un “servicio de ingresos externos” para proteger a los trabajadores y a las familias, gestionado un probable retorno al proteccionismo comercial. Prometió medidas para combatir la inflación y reducir los precios al consumidor. Estatismo puro, compensado con medidas para hacer más eficiente al Estado.

El “combo” de la repatriación de capitales e inversiones yendo hacia EEUU, un dólar fuerte, bajas relativas de las commodities y probables alzas de las tasas de interés, tendrá consecuencias negativas para América Latina. Si cumple con la intención de extraer más gas y petróleo dentro de EEUU, complicará un poco las inversiones en Vaca Muerta. El rechazo a la transición energética y la salida de EEUU del Acuerdo de París avalan este probable camino.

Queda pendiente de este análisis la compleja relación entre Elon Musk, la nueva era Trump y las múltiples inversiones y amistades de EM en China. Esto recién comienza.

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