Un artesano con doble vida que aterrorizó San Isidro en los años setenta.
Laureana desconfiaba del mundo exterior. Antes de salir a sus cacerías, advertía a su esposa que no sacara a sus hijos porque “había degenerados dando vueltas”. Sin embargo, su vida como criminal llegó a su fin cuando una niña lo reconoció en un identikit pegado en una heladera. Tras ser identificado, la Policía lo rastreó y lo abatió en un gallinero, donde fue encontrado junto a dos gallinas estranguladas.
Quién era Francisco Laureana
Francisco Laureana, nacido en Corrientes y con formación en un seminario religioso, vivió una existencia que contrastaba radicalmente con sus acciones. El perfilador criminal Luis Alberto Disanto lo destaca como uno de los casos más impactantes del país. Laureana encajaba en el perfil de un asesino organizado, con un modus operandi específico y una obsesión por no dejar rastros.
Además de Laureana, otros casos han sacudido la historia argentina, como el de Claudio Gil o episodios de serialidad colectiva en La Patagonia. Sin embargo, pocos igualan el impacto del llamado «Depredador de San Isidro». Sus crímenes, marcados por la violencia, el cálculo y la planificación, siguen siendo estudiados como uno de los episodios más oscuros del país.