Nehuén tiene 19 años y desde los ocho que usa el celular para los jueguitos. Lo que empezó como un entretenimiento fácil y esporádico se convirtió en un vicio. Dejó de salir con sus amigos, manifestó cambios en su ánimo y llegó a pasar hasta tres días sin dormir por su adicción a las pantallas. Ese fue su punto de inflexión para buscar ayuda: estuvo casi un mes internado y hoy recibe un tratamiento psiquiátrico para recuperarse.
En diálogo con Telenoche, contó su historia para visibilizar la problemática que se repite cada vez más y expresó: “La ayuda es muy importante, porque muchas veces no podés usar la lógica para salir de tu problema”.
Hoy muestra un semblante distinto, pero asegura que nació “con un gran gusto por los jueguitos”. “Empecé a jugar a los siete u ocho años con un celular chiquito. Estaba mucho tiempo, promedio seis u ocho horas”, recordó.
En ese sentido, profundizó: “Se vuelve un vicio. Me daba cuenta, pero sos chiquito y hay veces que es como que te puede. Te genera una comodidad y satisfacción porque vos jugás un juego con amigos, te estás riendo, la estás pasando bien o por ahí se enojan todos juntos y es un lindo momento haciendo muy poco”.
Sin embargo, la situación se volvió más compleja alrededor de los 14 años. “Se empezó a complicar cuando el deporte y el celular dejaron de tener un equilibrio y pesaba más el celular. Empezó a perder registro del entorno y de su propia persona”, relató su mamá, Cecilia.
La mujer señaló: “Nehuén perdía el interés de lo que estaba fuera de las pantallas. Me decía que no le interesaba nada, que no tenía ganas de nada y que todo le daba igual. No tenía noción del tiempo. Me llegó a preguntar en qué día estábamos”.
Las alarmas llegaron, además, con los cambios de ánimo: irritabilidad, ansiedad, insomnio, pensamientos negativos, encierro, aislamiento social y depresión.
“Es muy difícil poner límites. Lo querés sacar de ahí, pero la manera no es la confrontación, sino ver por dónde. En situaciones extremas, tuve que llamar a la compañía de Internet para cambiar la clave y que se cortara el servicio para intentar alejarlo”, reconoció la mujer. En esas ocasiones, se quedaba en su cuarto, “haciendo nada o sobrepensando”.
Hasta que un episodio marcó el antes y el después en su adicción: pasó un máximo de tres días sin dormir, en semana escolar. El joven detalló: “Me la pasaba con el celular todo el tiempo. Tenía una sensación fuerte de tristeza, muchas noches lloraba. Ahí me di cuenta de que me estaba generando muchos daños sociales”.
Por ello, entró en un internado y estuvo casi un mes sin contacto con pantallas: “Fue una de las mejores cosas que me pudo pasar en esa etapa. En ese tiempo meditaba, leía, hacía ejercicio, me puse superproductivo. Me cambió la forma de ver un montón de cosas”.
A modo de reflexión, Cecilia manifestó: “Al Nehuén de hace unos años le haría ver qué hubiera pasado si seguía con el celular sin salir a la vida y las consecuencias que podría traerle a su vida futura”.
“Uno siente que nos tienen que enseñar a educar de nuevo a nuestros hijos en este mundo de la tecnología, donde uno como adulto está ‘deseducado’. A la vez que estás pidiendo ayuda, uno tiene que empezar a dejar el celular y encontrarse de otra manera”, cerró la mamá.