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Un panel de expertos hizo el boletín comunicacional de Javier Milei: por qué el Presidente no aprobó

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“Milei tiene poca gestión y demasiada comunicación”: la sentencia es de Diego Reynoso, el profesor que dirige el Laboratorio de Opinión Pública de la Universidad de San Andrés y es el autor de una de las encuestas nacionales más esperadas de la política argentina.

Reynoso coincide con la gran mayoría de sus colegas dedicados a la comunicación y la opinión pública: la comunicación del presidente Milei no contribuyó a facilitar su gestión al frente de la Presidencia en los seis meses de mandato que se cumplen la semana que viene.

Las conclusiones de un panel de 128 profesionales de comunicación, encuestadores y consultores políticos son lapidarias: a Milei le cuesta distinguir entre comunicación de campaña electoral y la de gestión y “tiene que esmerarse en comunicar mejor”, según opina el 60 por ciento de los panelistas reunidos por la revista Imagen con la misión de completar una suerte de “boletín de calificaciones” estilo escolar del Presidente a sus seis meses de gobierno.

Qué dice el sondeo sobre la comunicación de Milei

El 23 por ciento es más drástico y directamente lo reprueba y manda a “cambiar su comunicación”. Apenas el 14 por ciento de los expertos eligió como comentario en el boletín de Milei “siga así, comunica excelente”.

Un panel de expertos hizo el boletín comunicacional de Javier Milei: por qué el Presidente no aprobó

El promedio que le pusieron los colegas de Reynoso en ese boletín comunicacional obligaría al Presidente y sus asesores a repetir el examen: 5,4 como nota general, y 5,8 en la materia clave de gestión, que evalúa su capacidad de comunicación “para conseguir la adhesión de la opinión pública a sus proyectos”.

La encuesta a opinión pública nacional de mayo de la Universidad de San Andrés da una clara pista de que Milei y su equipo están fallando en el aspecto clave de una gestión que se propuso revolucionar la economía, la política y la sociedad argentina con sus propuestas libertarias o “anarcocapitalistas”: apenas el 33 por ciento de los argentinos cree que se debería aprobar la ley Bases en el Senado. Es apenas mínimamente más que sus votantes “duros” de la primera vuelta, pero está muy lejos de ese impresionante 56 por ciento que sacó en el balotaje y en el que insiste Milei como una forma de asegurar que ya tiene el respaldo popular y no precisa dar demasiadas explicaciones.

El ejemplo de Brasil

El expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, que terminó en los 90 con décadas de inflación en Brasil, decía a cada paso que “gobernar es explicar”. El sociólogo y catedrático terminó explicando tan bien su materia “cambiar a Brasil”, que los vecinos siguen, 20 años después de Cardoso, por la misma senda de estabilidad económica.

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Brasil tenía 45 por ciento de pobreza cuando asumió el sociólogo, y hoy tiene menos de la mitad. En la Argentina, las cifras se invirtieron: de 25 por ciento de pobres, en los 90, hoy tiene a la mitad de la población sumida en la pobreza. Explicar les sirvió a Cardoso y a los brasileños. La comunicación es clave para lograr cambios duraderos en la gestión.

En contraste, los comunicadores ven la comunicación de Milei a la vez novedosa y directa, pero también deficiente, confusa, errática, improvisada y confrontativa, según una nube de palabras que surge de las calificaciones de los profesionales convocados por esa revista especializada en comunicación.

Son dos estilos opuestos: Cardoso explicó las reformas que terminaron con la inflación en Brasil con la paciencia de un profesor universitario. Milei se instaló desde la campaña electoral como un iracundo detractor de “la casta”, el gasto público y “la política”.

Pero -según el 80 por ciento de los expertos en comunicación que participaron en el “boletín comunicacional” de Milei- al presidente libertario todavía le cuesta diferenciar comunicación de campaña electoral de la que se precisa para la gestión.

Cardoso corría -en comparación- con la ventaja de una mayoría propia en el Parlamento en Brasilia. Milei no tiene casi nada propio en el Congreso, no tiene gobernadores ni intendentes, y todavía no consiguió en seis meses de gobierno una sola ley. Por el contrario, la oposición se encamina a dictarle una fórmula de actualización de las jubilaciones que hará felices a muchos jubilados, pero complicará más las metas fiscales del Presidente.

La comunicación, más importante que nunca

La comunicación, en esas circunstancias, se vuelve mucho más importante que en ningún otro gobierno. La encuesta de San Andrés indica que la aprobación de su gestión ya pasó ligeramente al terreno negativo. Pero Milei todavía cuenta con “paciencia social” y expectativas positivas. Lo peor que puede hacer con ese capital simbólico es despilfarrarlo antes de obtener resultados tangibles.

Lo mejor que está haciendo el gobierno libertario en materia de comunicación es mostrar casi todos los días la corrupción rampante que caracterizó al kirchnerismo. Nada más elocuente que los medios muestren cómo mandaban fondos y alimentos desde el gobierno a “comedores populares” que ni siquiera existían y que manejaban los mismos caciques piqueteros que hoy le reclaman al gobierno que reparta alimentos.

Pero el mismo episodio basta como muestra para entender los errores de gestión y comunicación no forzados que comete el gobierno: cuando los piqueteros denunciaron que había alimentos a punto de vencer en depósitos del gobierno, la comunicación oficial fue confusa y contradictoria. Primero dijeron que no había alimentos, después que se guardaban para situaciones de catástrofe -lo que era incompatible con leche en polvo a punto de vencer- y después que se debía a compras que habría hecho el gobierno anterior.

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En paralelo, el Presidente, de viaje por Estados Unidos, dijo en la Universidad de Stanford -mientras en su propio país se discutía si el gobierno debía repartir o no esas miles de toneladas de alimentos almacenados- que el gobierno no debería hacer nada si alguien se moría de hambre.

Finalmente fue la Justicia, con un polémico fallo del juez Sebastián Casanello, que terminó obligando al gobierno a hacer lo que quizás debió hacer desde el primer día: buscar una forma ordenada y justa de distribuir esos alimentos en un momento en el que la pobreza se acerca a la mitad de la población argentina.

La comunicación del gobierno al final solo aportó a reforzar la idea de “insensibilidad” que busca permanentemente proyectar la oposición. En términos futbolísticos serían goles en contra. La última vuelta de tuerca: el gobierno dice que apelará el fallo de Casanello que lo obliga a repartir los alimentos a la Corte Suprema.

Pero, en realidad, el propio ministerio de Capital Humano ya había elegido a los comedores de la Fundación CONIN para repartir los alimentos: cuando la gestión lentamente y a los tumbos empezaba a enderezar la crisis, la comunicación la volvía a resucitar: ¿hacía falta seguir meneando el tema en los medios desde el propio gobierno cuando ya se lo empezaba a resolver? Cualquier experto en comunicación de crisis hubiese recomendado darle un cierre más veloz y piadoso a semejante colección de desatinos para poder pasar a otro tema.

El mismo “combo” de errores de gestión y comunicación se repitió en todas las crisis autogeneradas por el gobierno: el brote de dengue sin repelente, el recorte presupuestario a las universidades, la potencialmente terminal crisis por la falta de gas, el brutal aumento de las prepagas: errores de gestión agravados por una comunicación deficiente que le juega en contra al propio gobierno.

“A Milei, le falta hacer goles”, dice Reynoso, de San Andrés, que sostiene que la comunicación del economista libertario es excesiva para el poco resultado que está mostrando hasta ahora su gestión. Uno de sus colegas escribió en la encuesta anónima que armó el “boletín de gestión comunicacional” de los seis meses de gobierno: “Milei no la ve”.

 

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