Sebastián, hermano de Javier Mascherano, tuvo un consumo problemático durante 18 años. En febrero de 2012 decidió tratarse y desde entonces lucha día a día: de hecho, hoy ocupa un rol clave en la Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones de la provincia de Santa Fe (Aprecod). En medio de la ola de violencia narco en Rosario, analizó cómo afectan este tipo de cuestiones de salud a una población cada vez más vulnerable.
En un diálogo con TN, el autor del libro “El infierno tan temido, historia de un sobreviviente” compartió los detalles de su función: “Nosotros ingresamos con el nuevo gobierno de Maximiliano Pullaro. En estos meses hicimos el Operativo Verano (sobre la prevención del consumo de alcohol y drogas), pero son muchos años de agua bajo el puente. No hablo de banderas políticas; como sociedad miramos para el costado y ahora vemos que está todo muy complejo”.
En una coyuntura que pone a Rosario en el centro de la escena por los reiterados asesinatos bajo la larga manta del narcotráfico, Sebastián Mascherano profundizó en el coletazo en forma de adicción: “Se acortó la brecha de consumo; antes empezábamos a consumir a los 17 y ahora arrancan a los 10 años. Las drogas lastiman el cerebro y endurecen el corazón, entonces un pibe que no siente y no piensa, te puede matar o se puede matar a él. Es una problemática que va a llevar muchos años, pero tenemos que prevenir a las nuevas generaciones”.
Mejor prevenir que curar
“Yo doy charlas con pibes de sexto y séptimo grado, que son los que deben pensar cómo quieren vivir de acá a 30 años. El objetivo es prevenir y que nunca se metan en el mundo de las drogas. Es impresionante la cantidad de chicos que abandonan la escuela y recurren al alcohol o la falopa”, relató Mascherano.
Y explicó: “La sociedad está atrasada, es muy fácil caer en el consumo cuando no hay otras oportunidades. La importancia de la prevención es porque se complica cada vez más. Sigue creciendo la cantidad de gente está en esta situación, hay que abordarlo antes porque después no hay lugar para internarse y te cobran 600 mil pesos. La rehabilitación es carísima y, para peor, el 98% de quienes consumen, no llega a la internación”.
“En el Aprecod laburamos para llevar a un pibe a internarse y que lo pague el gobierno, pero no alcanza porque son miles los que necesitan ayuda. Entonces tenemos que evitarlo, con contención psicológica y todo un equipo especializado, incluso con pastores y personas de la iglesia católica. También es clave hablar con las familias, porque la primera educación es en la casa”, aseguró Sebastián.
El rol protagónico de las familias
Sebastián Mascherano repitió una y otra vez que la familia tiene un papel fundamental: la atención y el cuidado en la crianza de cada niño. “Hay que educar a los chicos para que no entren en eso. Si a un pibe de tres años le das un celular, también le estás generando una adicción, es otra falopa. Lo mismo con el alcohol: está al alcance de todos y como es legal, nadie lo discute”, declaró.
En ese sentido, apuntó: “Mi generación le tenía miedo a nuestros padres y ahora le temen a sus hijos. Cuesta mucho poner límites, pero es un gesto de amor y es clave para que sepan decir que no. Está bueno que la juventud disfrute de la noche y que puedan ir a bailar, pero también deben saber que en una fiesta electrónica puede haber muertes por falta de conciencia”.
Sacate la careta
Para cerrar, Sebastián destacó: “Es fundamental romper el anonimato para salir de la droga. Yo soy este, con errores y aciertos, pero no me saqué la careta. Como dijo Gastón Pauls, la careta es la droga, uno la usa para convertirse en algo que no es”.
Y concluyó: “La droga no se va a terminar, es un gran negocio. Pero hay que concientizar a los pibes de que no la consuman; si lo logramos, algún día caerá la demanda y habrá menos oferta”.